sábado, 30 de mayo de 2015

Bailame



Así báilame ..... ...........en placer... .......,,,......pararé el tiempo... Te invito a ser anónimos, -------solo tu piel y mi piel... ----------donde tu silencio sea mi deseo, donde el susurro hace la magia de volar... .........Disfruto, me embriago cada instante contigo, .........son los riesgos de dejarse atrapar.
Marco P.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Latigazo

Latigazo que corre toda mi alma,
 sacando todo el placer reprimido
 de la eternidad deseada. 
Amante, vuélveme a subir al cielo de lo carnal,
 y déjame morir, con el latigazo del placer reprimido

Marco P.

lunes, 11 de mayo de 2015

Frío


Llegué descalzo. Con los pies dolidos de pisar las piedras. Avergonzado porque andaba mal, me daba vergüenza y coraje. Me escondía detrás de una careta.
 Estaba con los pies hundidos en el barro, hacía frío. Me diste una mano, me ayudaste a salir de ese charco. Me indicaste con tu dedo el final del túnel. Se veía una luz…

 Lo hiciste mientras cogías ente tus manos mi cara y me susurrabas que no pasaba nada, que me tranquilizara. Yo era consciente de que no era capaz, de que ya no servía. Pero gracias a ese gesto cálido, a tu sonrisa dibujada, y a esas zapatillas que te sacaste de la manga y que ponías en mis pies, pensé que podría volver a caminar. Miré con firmeza allá al fondo del túnel, ví esa luz, lejana, y sin embargo no me pareció tanto el camino.

 Estaba torpe para andar, las zapatillas no calzaban correctamente del todo en mis pies y aún sentía dolor cuando pisaba. Pero pisé, con fuerza, y empecé a andar…contigo.

 Andamos, bebimos, reímos, nos transmitimos… tenía miedo, un cierto recelo, pero te pedí.

 Y nos acostamos.

 Me desperté.

 Los pies me dolían, pero…tenía aún las zapatillas puestas, no me las había quitado. Las noté más frías, más distantes, pero tú seguías allí, a mi lado. Cuando te dejé cerca de tu destino, noté como una descarga que me recorría todo el cuerpo. Pero aún llevaba las zapatillas puestas…

 Te había pedido que fueses tú la que me llevase de nuevo con tu mano hacia esa luz al fondo del túnel, que no andaría hasta que tú volvieses a por mí. La pelota estaba en tu tejado. Cuando vi pasar las horas y no percibía tu aliento ni tu aroma acercarse por el túnel… me dí cuenta que ya no tenía zapatillas. No escuché tu voz, ni vi tu cara, ni sentí tus manos. No viniste, pero con aquel mensaje me las quitaste de los pies.

 Intento volver a andar, hacía esa luz que ahora veo mucho más tenue, tal vez mucho más lejos. Y de nuevo siento que me hundo en el barro, que me aprisiona los tobillos, las piernas, que está frío, helado.

 Dices que si te necesito para algo que cuente contigo como una amistad. Pero justamente lo que necesitaba me lo has arrancado.

 Ya no tengo zapatillas…

 Mi duda es ahora si seguir andando hacia esa luz apenas perceptible ya, o si dar la vuelta. Pero en este instante no puedo,

Estoy hundido en el barro y apenas puedo moverme,  hace frío, aire, y no hay apenas luz..

 No veo nada.

Ni a nadie.

Marco P.

lunes, 4 de mayo de 2015

En el avión y 4

El logra contenerse, mientras los dedos de Paola suben y bajan, menos tímidos a medida que la caricia se prolonga. No se limitan ya a un elemental vaivén, sino que se entreabren, para deslizarse a lo largo de la gran vena hinchada, sobre la combadura de la verga, se hunden lo más bajo posible, todo lo cerca de los testículos que la estrechez del pantalón permite, y luego vuelven atrás con una torsión lasciva, hasta que los pliegues de piel móvil en el hueco de la palma húmeda recubren de nuevo la punta del miembro.  Todo ello, dado el crecimiento que adquiere, parece no poder ocurrir jamás. Desde allí, oprimiendo de nuevo ese cuerpo cavernoso, la mano vuelve a bajar hacia el cuello de la verga...la envuelve con amplios movimientos de muñeca y la provoca con breves intervalos despiadados... El glande, dos veces mayor, se enardece y parece a cada instante más próximo a estallar.


Paola recibe, sobre los brazos, sobre u vientre desnudo, y sobre la garganta y el rostro, sobre la boca, hasta en los cabellos, aquellos largos chorros blancos de olor penetrante que brotan finalmente del miembro satisfecho. En su mente cree sentirlos deslizarse por su garganta, como si los bebiera... Un deleite sin pudor.
Cuando deja caer su brazo, agotada, el hombre coge con la punta de los dedos su clítoris y la hace gozar... Lo aprisiona y lo suelta repetidamente, con sabia habilidad, hasta conseguir que ella se abandone a esa corriente de convulsiones que le recorren el cuerpo, y que le permiten regar los dedos de aquel desconocido con el fruto de sus adentros. 
Mientras Paola se limpia con la manta el rostro y sus cabellos, él saca sus dedos empapados y se los lleva a la boca, la mira con una mirada penetrante, en la penumbra de la cabina, y se deleita lamiéndolos con descarada lentitud.
Como puede, medio cubierta por aquella manta que huele a sexo, Paola recompone su falda, se recuesta en el asiento y recibe
la mano del aquel compañero de pasión por debajo de sus principales colaboradoras del evento: las mantas.
El sueño les vence, la relajación les invade. 
De pie en la distancia prudente, la azafata sonríe, cómplice de la aventura. 
Fin

Marco P.