viernes, 25 de septiembre de 2015

Te voy a seducir



A acercarme a ti sigilosamente, por detrás, y a posar mis manos sobre tus ojos, para notar tus pestañas parpadear sobre mis dedos, mientras mi cuerpo se pega al tuyo, justo lo suficiente como para que me notes... y susurrarte al oído, con voz muy baja:

-"¿quién soy?"-

Tal vez no lo adivines, pero si hueles con fuerza, aprecies el aroma de mi perfume que me delate, y pronuncies mi nombre, mientras mis manos se abren y liberan tu vista.

Aunque tu cara no se gire y un leve suspiro se arranque de tu laringe mientras mis manos recorren el camino de tu cara hasta tu cintura, y mis labios se posen en la piel de tu cuello, para saborearla con mi lengua, para mojarte con mi saliva caliente y mi boca abierta, intentando apoderarme de ti, de tu cuello, de tu cuerpo, de tus deseos ocultos....

¿me dejas?.....

Esas manos en tu cintura, avanzando hasta tu vientre y separándose.

Una, para adentrarse en el hueco entre tu vientre y tu pantalón, al tiempo que te encoges, para dejar paso a mis dedos hacia el inicio de tu tanga, acariciando la piel suave de esa zona, y activando el frenesí de mi boca en tu cuello.

La otra, subiendo hacia el abrupto territorio de tus pechos. Ese valle profundo de tu tórax, coronado en su zona más norteña por dos picos que mi mano se apresura a amasar, consiguiendo alcanzar una de las más altas cúspides, con dos de mis dedos extendidos, fundiéndolo entre sus yemas, para provocarte un grito, mezcla de dolor y placer...

Mi cuerpo se adapta literalmente a tu forma trasera, y con el calor del contacto, mi sexo se enerva, rozándote con firmeza, mientras avanza hasta su máximo esplendor....
En estos momentos soy un volcán de pasión emergiendo lava de deseo hacia tí.
Me encantaría poder tenerte cerca para que esa lava se deslizase por tu cara... tu boca, tu cuello, mientras no quitas los ojos de mí, y mis manos, con las palmas abiertas, extienden sus dedos para enredarse entre tu cabello y agitar tu cabeza, aproximándola a mi cuerpo...
En este momento me apetece tu cuello, ponerme detrás de tí y ladear suavemente esa media melena hacia tu hombro y dejar al descubierto un camino de placer, entre tu cuello y la parte trasera de tu oreja.

Bajar de nuevo mis manos hasta tu cintura y cerrar un círculo alrededor de ella para atraerte hacia mí, hacia mi cuerpo. Pegarte a él.
E iniciar un lecho de humedad lasciva, de roce de labios, lengua y saliva, marcando ese surco de cuello a oreja.

Subir y bajar varias veces, intentar arrancarte un gemido, y acabar mordisqueando suave ese lóbulo de tu orejita, salvando el obstáculo de tu pendiente, que se entremete entre mi boca y tú.
Siente la dureza que le imprimes a mi sexo, y desliza una mano tuya hacia atrás
Pásala entre tu cuerpo y el mío, y agarra ese miembro erecto, acarícialo con tus dedos, baja mi cremallera y libéralo.

Que yo entretanto arrugaré tu falda con mis dedos, y la arrollaré en tu cintura.
Así podré rozar tu piel con mi sexo húmedo, y pedirte que gires la cara, para morderte en la comisura de tu boca, sacar mi lengua y lamerte los labios.
Mis manos entonces hurgaran en tu vientre, bajando hacia tu sexo, introduciéndose entre tu tanga y tu piel, buscando... percibiendo el calor de tu fuego interno, y apretando de nuevo tu cuerpo hacia atrás, para que me enfoques mi sexo entre tus piernas....

Dime qué quieres... vamos, dímelo entre agitados gemidos

Marco P.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Mi alimento


      Había deseo, pasión, morbo, fuerza, dominación... pero se mezcló con cariño, ternura, respeto, admiración, entereza, entrega, comprensión.

      Y toda esa mezcla se convirtió en el mejor cóctel compartido.

Una sensación difícil de describir.

      Lo intenté en este escrito, que hoy vuelvo a colgar.

      Porque es mi pequeño homenaje. Para tí.. pongamos...María que es un nombre común y así tod@s podéis imaginaros en esa circunstancia.

      Tú sabes tu nombre, el verdadero, como sabes el mío. Quizás tú sola sepas la verdad que consta en mi partida de nacimiento.

      La naturaleza es muy sabia y a veces ella misma es un fiel espejo donde podemos,( y tal vez
debemos) reflejarnos.

      Estamos en otoño. La estación en la que la naturaleza se libera de todo lo superfluo, de todo aquello que no va a precisar para su inmediata andadura.

      Los árboles sueltan sus hojas, que ya no van a precisar a lo largo de los inmediatos meses. Se quedarán con sus ramas recias desnudas, aguardando los primeros albores primaverales.

      Algunos animales efectúan su éxodo hacia tierras y climas más apropiados para sus necesidades.

      Y el campesino prepara y siembra la tierra para que los fríos cercanos no hielen aquello que mañana será su sustento.

      Y yo, labrador, me encuentro con tu tierra, labrada siempre por las mismas manos, que ahora se ofrece para mí. Y puedo, por esta vez, ser yo mismo quien clave mi arado en tus entrañas.

      La tierra blanca de fondo, tu cuerpo tendido sobre ella. A un lado, una pared roja se asemeja a la luz del sol que calienta con sus rayos la escena.

      Y el brillar de tus ojos, que chispean deseo y me piden que clave más hondo mi arado, para que la semilla se proteja.

      Y hundo mi estigma en ti, con todas mis fuerzas, buscando ese temblor que me indica que la tierra está abonada, receptiva, agradecida, y deliciosamente tierna.

      Es nuestra primera siembra, pero todo en ella respira pasión y entrega. Y el olor de la tierra removida nos envuelve, mientras mis manos acarician el surco, y plantan la semilla de mi cuerpo.

      El pescador acude a la mar para obtener su alimento .  Y yo, pescador, busco el sustento para el invierno en la mar.

      Y tú, mar azul y verde, me miras y acaricias mi orilla. Trémula,dulce, segura de ti, pero encantadoramente seductora.

      Y yo, pescador, meto la mano en tus cálidas aguas y agito mis dedos en ellas.

      Poco después, con mi barca chiquita, me sumerjo entre tus olas,a mar abierta. Y así te presentas, así te ofreces.  Y me acaricias, y me balanceas entre tu cuerpo, posesa de mí,segura de ti, dulce, trémula, y encantadoramente seductora.

      Y me hablas con el rumor de tus olas,
 y me balanceas, y me tienes.
      Y me das tus frutos en forma de besos. 
Besos que me saben a peces.
      Y me alimentas.
      Mientras que yo meto 
dentro de tus entrañas una y otra vez mi caña.
      La luna mueve tus mareas, te hace oscilar, vibras.
      Y me pides, juegas.


      Sumerjo mi cuerpo en ti, y me acaricias,
 me tienes, me cuidas, me deseas.
      Disfrutas sabiéndome en esos instantes tuyo, 
por encima de todas.
      La mar, mi mar, azul, verde. 
Me toma, me puede.
      Veo la mar en tu mirar.
      Y de nuevo me dejo llevar y termino en ti.

      Labrador, pescador… 
trabajo para tener sustento,
 cuando en verdad, seas quien seas,
 y te presentes como te presentes,
 tierra,
mar,
 ola, 
sol,
 fuego, 
eres tú quien me alimentas.
Marco P

lunes, 6 de julio de 2015

Ganas

Tengo ganas 
De llenarte y que me llenes de caricias  hasta que nuestras pieles nos sepan de memoria.
De que cumplas todos mis deseos y que escuches todos mis anhelos.
Quisiera llegar a ti, suavemente, dibujando sonrisas en tus labios, endulzando tus rasgos con mi ser. despertando en ti locuras y el más intenso placer .
Quisiera bañarte en pétalos de rosas, trasformados en mis manos y que con tu aroma llenes mis sentidos y me hagas sentir el  abismo.
Quiero vivir contigo una noche, una noche de placer y encanto, que conviertas mi presente en mi pasado.
Quiero que me tengas en tus brazos, y me hagas olvidar mi soledad, que termines mis sueños inconclusos y me los hagas una noche realidad.
Quiero que en tus manos en mi pecho palpen y sientan en todo este loco desenfreno el compás de mis latidos, empapados por la emoción de este loco sueño prohibido. 
Quiero que tu inquieta lengua delinee el contorno de estos labios deseosos y sedientos. 
Que sienta las ansias de las caricias que te daré al rozar tu boca con mi boca.
Quiero que tus dedos jueguen con mis cabellos , que me pintes ilusiones, sueños y como buena artesana moldees mi cuerpo con tu aliento. 
¿Sabes que quiero también?
Que me albergues en tu pecho, descansar sobre el
y despertar al alba cubierto de deseos , de embelesos 
Quiero rociar las mañanas de canciones y anhelos
que grabaremos y sellaremos con un beso cómplice
por propiciar este encuentro.
Marco P



miércoles, 1 de julio de 2015

Una sorpresa

Tú no lo sabes, pero yo, estoy ahí...
Hace apenas unos minutos que entré en la tienda, y me paseo entre los estantes mirando acá y allá.
Pero los ojos terminan dirigiéndome al mismo lugar, al mismo punto,
Donde tú estás.
Discreta, elegante, sencilla. Con tus pantalones y esa blusa que, seguramente, encima de otro cuerpo serían prendas que pasarían desapercibidas. Pero cubriendo tu piel, tienen otro estilo, otro aire.
Porque el hábito no hace al monje.
Y por mucho que disimules es evidente que irradias frescura, simpatía, belleza.
Belleza, sí. Porque la belleza no es tan sólo física, es mucho más que tu cuerpo 10.
Y tú tienes, además de ese cuerpo, una sonrisa y una mirada que te da un valor añadido.
Valor que me cautiva.
Y es por ese motivo que puedo dejarlo todo, tomar el tren y hacerme un montón de kilómetros tan solo para verte, y si me es posible, para hablarte... para invitarte a dar un paseo, a tomar algo. Mientras dejamos que ese feeling evidente que surgió en unos mensajes, se transforme en un apretaros los dedos entrelazados de nuestras manos. Y tal vez, amparados por la noche, después de salir de tu trabajo, y camino de algún bar para tomar una copa, pueda sentir cerca, muy cerca de mi rostro, el suave aroma del perfume de tu piel.
Una charla informal, un cruce de miradas, un fuego latente que se aviva a cada instante.
Unos dedos jugando nerviosos en el borde de un vaso 
Dos taburetes que se juntan aún más.
Mi mano que se se apoya, osada, sobre el muslo que recubre la fina tela de tu pantalón.
Tu mirada nerviosa, sorprendida, a la vez que complaciente.
Aceptas, no te mueves, aunque recelas.
Pero mi cara ya se acerca a la tuya, y justo a escasos milímetros de tu mejilla, mis labios se entreabren para pronunciar tu nombre.
Bajito, como un susurro apenas perceptible con el nivel de la música que suena en el local.
Pero tú me oyes, y te estremeces 

- Yolanda...


viernes, 5 de junio de 2015

Soy


Yo soy el amante que espera, el que basa su placer en el placer de la compañera de juego. El que cuando todo ha terminado no sale corriendo sino que la acaricia, la besa, la mima, la abraza, la protege, la adora como a una reina.
Sí, el amante perfecto existe, yo cumplo con esos requisitos...no quisiera parecer pedante. Yo reuno todo eso y más, yo me enamoro de cada mujer a la que le hago el amor y se lo hago sentir.

Estoy pendiente de cada gesto de cada movimiento de cada detalle por mínimo que resulte para dar el máximo placer, con ternura, con cariño, con un lado animal. 


Soy el amante que por muy cansado que haya sido el día nunca dirá que no. Soy el amante capaz de estar toda una noche haciéndole el amor. Soy un amante vigoroso que está acostumbrado a oír de ellas:

" Para que ya no puedo más".

Yo soy el amante que trata de hacerla sentir el ser más importante y más deseado del mundo, yo soy el que trata de hacer que el mundo deje de girar para ella y que no haya nada más allá de su deseo, de su placer. 

Yo soy el amante que le habla, que la escucha que le acompaña. Soy el amante que le da placer ella sin esperar lo mismo a cambio. Soy el amante que le sonríe con mirada de sinvergüenza y se la come con la mirada. Soy el amante que le susurra poesía cuando le hablo. Soy el amante que no ve los defectos físicos sino a la mujer que hay dentro. Soy el amante que lo da todo, que se atreve siempre a más... 

Soy el amante que con todo lo anterior aun puedo dar más.... pero no he encontrado aun la amante perfecta para mi.

lunes, 1 de junio de 2015

Noche de Luna



Ella siempre tenia por costumbre, pasear al atardecer, por la colina, cuando los labradores regresaban a sus casas después de la ardua faena en el campo, cuando el olor a comida, salia a esas horas por las chimeneas de las casas del pueblo, cuando no había nadie.

Le gustaba subirse a lo mas alto de la loma, a esperar sentada la salida de la Luna y cuando esta aparecía en el negro manto, iniciaba su particular ritual nocturno. Poco a poco como de una extraña danza se tratara, se iba despojando de sus ropas, sin prisa alguna, sin testigos, hasta que se quedaba completamente desnuda tumbada en la hierba, fundiendo su liberado y oscuro cabello con el verdín plateado nocturno.


Se acariciaba dulcemente con sus dos manos, recorriéndose su parpados, su cuello, sus pechos, su vientre, sus muslos, hasta que llegaba a su sexo y con tres de sus finos y delicados dedos se daba placer a si
misma.

La tibieza de la noche, los sonidos enigmáticos, la soledad cómplice y la claridad de la Luna, hacían que su excitación aumentara y entre jadeos y tiernas convulsiones se abandonaba a la pasión.

Una noche en medio de su ritual nocturno solitario, la sobresalto un ruido entre la maleza y pensando que era un animal perdido, decidió indagar. Al retirar las ramas que cubrían el extraño sonido encontró a un caballero sentado que contemplaba atónito la desnudez de la dama que se erguía ante el.

El hombre cubierto por caros ropajes,era incapaz de articular palabra, bien por que había sido descubierto, bien por que la bella joven le había dejado sin ellas.

La dama tampoco hablo, solo sonreía tímidamente y le extendió su mano para que se levantara, gesto que el correspondió agradecido. Ya a la altura de ella, poso sus manos en la descubierta cintura nívea de la desconocida y la beso con ardor.

Los dos cuerpos rodaron sobre la hierba, confundiéndose con la noche.

El recorría con su lengua cada rincón oculto de su compañera de placer, lamiendo cada parte de su cuerpo, mordiendo con dulzura sus pechos, bañando con saliva su cueva. Ella le correspondió después imitando su juego, lamiendo cada trozo de piel, saboreando el placer de la verga erecta que ansiaba engullir, mientras sus uñas pálidas arañaban el torso de su desconocido caballero que gemía de placer. Con la sutileza de un felino se sentó a horcajadas encima de el y le cabalgo con la dulce furia de la Luna que les acompañaba, mientras las manos de su agradecida victima, jugaban con sus pechos y su cintura, acompasando los movimientos de su jinete.

Ni un solo momento ninguno de los dos desvió la mirada del otro, ojos de fuego, ojos de deseo imposibles de evitar. En la oculta noche un lobo aulló.

El caballero extasiado y perdido en el frenesí de la lujuria salvaje, reclino a la bella joven sobre la hierba desnuda como ella y sin dejar de mirarla y sonreirla, acerco la espada a los muslos de su joven amiga que entreabriendo sus piernas y muy dulcemente, sin desembainarla fue introduciendo el mango de acero en su sexo húmedo, excitado y rosado, sin dañarla en su cometido.


Con esta extraña forma de masturbación, la joven se dejaba hacer encantada las mil travesuras que ponía en practica su acompañante. Cada embestida del mango del arma era mas fuerte que la an
terior, cada jadeo era mas excitante que el anterior, cada beso que le daba su amante era mas pasional que el anterior, cada caricia proporcionada era mas placentera que la anterior. Sin poder aguantar mas, grito y mojando la mano de su compañero que aun sostenía el mango romo dentro de ella, se abandono al intenso orgasmo.

Después él tumbándose a su lado la contemplo extasiado, tanta belleza, tanto placer, tanta pasión, y tanta dulzura reunidas en una sola mujer era admirable.

 En esta postura abrazados y aun desnudos sobre la fresca hierba, les sorprendió el alba. Se hicieron una promesa antes de partir cada uno a su destino, se prometieron que cada primera noche de luna llena, ella subiría a la loma y empezaría su ritual y el como aquella noche, la estaría esperando entre la maleza.

La promesa se cumplió cada mes, cada año y con el paso de los tiempos en las comarcas vecinas, empezó a circular la leyenda de que dos ángeles amantes bajaban a la tierra y se entregaban a juegos eróticos, que avergonzaban a la misma Luna que siempre les acompañaba.
Marco P

sábado, 30 de mayo de 2015

Bailame



Así báilame ..... ...........en placer... .......,,,......pararé el tiempo... Te invito a ser anónimos, -------solo tu piel y mi piel... ----------donde tu silencio sea mi deseo, donde el susurro hace la magia de volar... .........Disfruto, me embriago cada instante contigo, .........son los riesgos de dejarse atrapar.
Marco P.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Latigazo

Latigazo que corre toda mi alma,
 sacando todo el placer reprimido
 de la eternidad deseada. 
Amante, vuélveme a subir al cielo de lo carnal,
 y déjame morir, con el latigazo del placer reprimido

Marco P.

lunes, 11 de mayo de 2015

Frío


Llegué descalzo. Con los pies dolidos de pisar las piedras. Avergonzado porque andaba mal, me daba vergüenza y coraje. Me escondía detrás de una careta.
 Estaba con los pies hundidos en el barro, hacía frío. Me diste una mano, me ayudaste a salir de ese charco. Me indicaste con tu dedo el final del túnel. Se veía una luz…

 Lo hiciste mientras cogías ente tus manos mi cara y me susurrabas que no pasaba nada, que me tranquilizara. Yo era consciente de que no era capaz, de que ya no servía. Pero gracias a ese gesto cálido, a tu sonrisa dibujada, y a esas zapatillas que te sacaste de la manga y que ponías en mis pies, pensé que podría volver a caminar. Miré con firmeza allá al fondo del túnel, ví esa luz, lejana, y sin embargo no me pareció tanto el camino.

 Estaba torpe para andar, las zapatillas no calzaban correctamente del todo en mis pies y aún sentía dolor cuando pisaba. Pero pisé, con fuerza, y empecé a andar…contigo.

 Andamos, bebimos, reímos, nos transmitimos… tenía miedo, un cierto recelo, pero te pedí.

 Y nos acostamos.

 Me desperté.

 Los pies me dolían, pero…tenía aún las zapatillas puestas, no me las había quitado. Las noté más frías, más distantes, pero tú seguías allí, a mi lado. Cuando te dejé cerca de tu destino, noté como una descarga que me recorría todo el cuerpo. Pero aún llevaba las zapatillas puestas…

 Te había pedido que fueses tú la que me llevase de nuevo con tu mano hacia esa luz al fondo del túnel, que no andaría hasta que tú volvieses a por mí. La pelota estaba en tu tejado. Cuando vi pasar las horas y no percibía tu aliento ni tu aroma acercarse por el túnel… me dí cuenta que ya no tenía zapatillas. No escuché tu voz, ni vi tu cara, ni sentí tus manos. No viniste, pero con aquel mensaje me las quitaste de los pies.

 Intento volver a andar, hacía esa luz que ahora veo mucho más tenue, tal vez mucho más lejos. Y de nuevo siento que me hundo en el barro, que me aprisiona los tobillos, las piernas, que está frío, helado.

 Dices que si te necesito para algo que cuente contigo como una amistad. Pero justamente lo que necesitaba me lo has arrancado.

 Ya no tengo zapatillas…

 Mi duda es ahora si seguir andando hacia esa luz apenas perceptible ya, o si dar la vuelta. Pero en este instante no puedo,

Estoy hundido en el barro y apenas puedo moverme,  hace frío, aire, y no hay apenas luz..

 No veo nada.

Ni a nadie.

Marco P.

lunes, 4 de mayo de 2015

En el avión y 4

El logra contenerse, mientras los dedos de Paola suben y bajan, menos tímidos a medida que la caricia se prolonga. No se limitan ya a un elemental vaivén, sino que se entreabren, para deslizarse a lo largo de la gran vena hinchada, sobre la combadura de la verga, se hunden lo más bajo posible, todo lo cerca de los testículos que la estrechez del pantalón permite, y luego vuelven atrás con una torsión lasciva, hasta que los pliegues de piel móvil en el hueco de la palma húmeda recubren de nuevo la punta del miembro.  Todo ello, dado el crecimiento que adquiere, parece no poder ocurrir jamás. Desde allí, oprimiendo de nuevo ese cuerpo cavernoso, la mano vuelve a bajar hacia el cuello de la verga...la envuelve con amplios movimientos de muñeca y la provoca con breves intervalos despiadados... El glande, dos veces mayor, se enardece y parece a cada instante más próximo a estallar.


Paola recibe, sobre los brazos, sobre u vientre desnudo, y sobre la garganta y el rostro, sobre la boca, hasta en los cabellos, aquellos largos chorros blancos de olor penetrante que brotan finalmente del miembro satisfecho. En su mente cree sentirlos deslizarse por su garganta, como si los bebiera... Un deleite sin pudor.
Cuando deja caer su brazo, agotada, el hombre coge con la punta de los dedos su clítoris y la hace gozar... Lo aprisiona y lo suelta repetidamente, con sabia habilidad, hasta conseguir que ella se abandone a esa corriente de convulsiones que le recorren el cuerpo, y que le permiten regar los dedos de aquel desconocido con el fruto de sus adentros. 
Mientras Paola se limpia con la manta el rostro y sus cabellos, él saca sus dedos empapados y se los lleva a la boca, la mira con una mirada penetrante, en la penumbra de la cabina, y se deleita lamiéndolos con descarada lentitud.
Como puede, medio cubierta por aquella manta que huele a sexo, Paola recompone su falda, se recuesta en el asiento y recibe
la mano del aquel compañero de pasión por debajo de sus principales colaboradoras del evento: las mantas.
El sueño les vence, la relajación les invade. 
De pie en la distancia prudente, la azafata sonríe, cómplice de la aventura. 
Fin

Marco P.

lunes, 27 de abril de 2015

En el avión 3

Casi al mismo tiempo, sorpresivamente, la mano del hombre se poso sobre la suya. Es evidente que la estaba observando. Ha levantado su manta y recubre con ella parte de la de Paola.
La mano no se mueve. Tampoco, sin embargo, está inactiva. Por su simple peso, ejerce una presión en el clítoris,sobre el que reposaba la mano de Paola.
Durante bastante tiempo no ocurre nada más. Todo permanece así, y ella se abandona a ese placer.
Después, ella percibe que otra mano levanta la manta y la aparta, para aferrar sin impedimentos una de sus rodillas. No pierde el tiempo y va ascendiendo con un movimiento lento, a lo largo del muslo, rebosando enseguida el final de la media.
Ambas manos de aquel hombre están sobre ella, ahora a la altura de la cintura, seguras, rápidas, desabrochado el cierre de la falda, bajando la cremallera, deslizando la tela sobre las caderas hasta la rodilla. Luego vuelve a subir. Una de ellas penetra bajo las braguitas de Paola.
El, acaricia con la palma, como pasando la mano por el cuello de un caballo de pura sangre, su vientre y hasta la prominencia del pubis. Sus dedos recorren los pliegues de la ingle, luego bordean el vello, dibujando los lados del triángulo cuyo aire parece respirar.
Cuando la mano que recorre el vientre se ha saciado, obliga a los muslos a separarse un poco más; la falda enroscada alrededor de las rodillas les estorba; acaban cediendo, sin embargo, abriéndose todo lo que puede. La mano, toma en su cuenco el sexo caliente y mojado acariciándolo como para apaciguarlo, sin prisas, con un movimiento que dibuja los pliegues de los labios, introduciéndose -primero ligeramente- entre ellos, para pasar al clítoris prominente y reposar finalmente sobre los bucles espesos del pubis...
Los dedos del hombre, partiendo cada vez desde más lejos, se hunden más profundamente entre las mucosas húmedas y ralentizan su progresión, pareciendo dudar a medida que la tensión de Paola aumenta. Mientras, se muerde los labios para contener el sollozo que asciende por su garganta.
Con una sola mano, juega con su cuerpo al ritmo y con el modo que mas parece complacerle, indiferente a sus senos, a su boca, sin dar muestras de desear besar ni abrazar, permaneciendo, en medio de la voluptuosidad incompleta que dispensa, despreocupado y distante.
Sus ojos se entreabren y buscan el rostro de aquel hombre. Entonces la mano se inmoviliza, oprimiendo toda la parte del cuerpo que ha enardecido. Él se inclina ligeramente hacia la pasajera y toma con su otra mano, una de las suyas, que atrae hacia él y que introduce entre su ropa. Le ayuda a detenerse sobre su verga rígida y le guía los movimientos, regulando la amplitud y la cadencia de acuerdo a su deseo, haciéndolos mas lentos o más rápidos, según el grado de su excitación.
Paola ha adelantado el torso de forma que su mano desempeña mejor la función que le asigna aquel hombre, que a su vez se acerca, para que ella pueda ser rociada por el esperma que siente que va a brotar del fondo de sus glándulas...



domingo, 26 de abril de 2015

En el avión 2



Una ola asciende por sus piernas, partiendo de las rodillas y remonta hasta la superficie de sus muslos, cada vez mas arriba, hasta sacudirle el cuerpo con estremecimientos.
Ahora, obsesivos acuden sus fantasmas, labios que se posan sobre su piel, orgasmos de hombres y de mujeres, falos ansiosos de tocarla, de restregare con ella de abrirse paso entre sus rodillas, forzando sus piernas, abriendo su sexo, penetrándola con esfuerzo, con un desnudo que la colma de placer... parece no encontrar limites con su recorrido, avanzan indefinidamente hacia el interior, la sacian de carne e  interminablemente vacían en ella sus jugos.
La azafata cree que Paloma duerme y, con precaución y delicadeza reclina su respaldo, transformando el asiento en una suerte de cama.
Extiende una manta de cachemira sobre las largas piernas languidecientes. La inclinación del sillón las ha dejado al descubierto hasta medio muslo. 
El hombre entonces, se acomoda, y realiza él mismo la maniobra que coloca su asiento al nivel del de su vecina, sube el reposabrazos que separa ambas butacas... se apagan las luces centrales.
Su ensoñación, sin embargo, no ha permitido intensidad ni, vigencia en el curso de estos procesos. Paola desciende su mano derecha por su cuerpo, ahora a lo largo de su vientre, muy lentamente, conteniéndose, hasta alcanzar el nivel del pubis, bajo la ligera manta de abrigo, que el avance hace ondular.
Pero, ¿Quién podía verla? 
Con la punta de los dedos explora, sondea la seda suave de su falda, cuya estrechez se opone a que sus piernas se entreabran, en un esfuerzo por separarse, las piernas tensan todavía más la tela. Finalmente, puede abrirlas lo bastante como para que los dedos sientan, a través de la delgadez del tejido, el botón de carne en erección que buscan y presionan con ternura.
Durante unos segundos, Paola deja apaciguarse la agitación de su cuerpo. Intenta retardar el desenlace. Pero muy pronto, sin poder contenerse más, empieza, con suspiros ahogados, a dar a su dedo corazón el movimiento minucioso y suave que debe llevarla al orgasmo.


sábado, 25 de abril de 2015

En el avión 1

Paola ni siquiera se da cuenta de que el avión ha empezado a deslizarse a través de la pista. Pasará seguramente tiempo antes de darse cuenta de que está volando. 
No lo percibe, de hecho, hasta que la señal roja se apaga, y el hombre, levantándose. le ofrece, por gestos desprenderse de la chaqueta del traje, que Paola ha conservado, no sabe por qué en sus rodillas. Ella deja que se le coloque arriba, en el compartimento. Mientras el vuelve a sonreír , se sienta de nuevo, abre un libro y deja de mirarla.
Un poco más tarde le sirvieron en unos recipientes de forma insólita numerosos platos difíciles de identificar, alimentos de comida rápida.
Esta breve cena, sin embargo, le pareció larga, prolongarse por horas...
Cuando vinieron a recoger las bandejas, Paola había adquirido la certeza de saber aprovechar su aventura... Se sentía ligera y algo somnolienta.
Las rodillas, están desnudas, bajo la luz dorada que caae de las pantallas. Su falda las ha descubierto y los ojos de aquel hombre permanecen fijos en ellas.
Sabe muy bien de su turbación que provocan... ella misma, en aquel momento, siente sus sienes latir más deprisa y sus labios cargarse de sangre. Muy pronto sus pàrpados se cierra y Paola se ve, no ya parcialmente desnuda, si no por completo entregada a esta tentadora contemplación narcicista, frente a la que, una vez más se sabe indefensa.
Se resiste, pero solo para saborear mejor, las delicias del abandono. Luego, poco a poco a medida que la superficie de sus labios se vuelve más brillante, que sus senos se hinchan y sus piernas se tensan, atentas al menor contacto, mientras su cerebro proyecta imágenes, al principio casi sin forma, mucho tiempo inconexas, pero que le bastan para humedecerle las mucosas y hacerle arquear la cintura, empieza a sentir esa sensación que le invade, esa lujuria interna que la envuelve.