miércoles, 1 de julio de 2015

Una sorpresa

Tú no lo sabes, pero yo, estoy ahí...
Hace apenas unos minutos que entré en la tienda, y me paseo entre los estantes mirando acá y allá.
Pero los ojos terminan dirigiéndome al mismo lugar, al mismo punto,
Donde tú estás.
Discreta, elegante, sencilla. Con tus pantalones y esa blusa que, seguramente, encima de otro cuerpo serían prendas que pasarían desapercibidas. Pero cubriendo tu piel, tienen otro estilo, otro aire.
Porque el hábito no hace al monje.
Y por mucho que disimules es evidente que irradias frescura, simpatía, belleza.
Belleza, sí. Porque la belleza no es tan sólo física, es mucho más que tu cuerpo 10.
Y tú tienes, además de ese cuerpo, una sonrisa y una mirada que te da un valor añadido.
Valor que me cautiva.
Y es por ese motivo que puedo dejarlo todo, tomar el tren y hacerme un montón de kilómetros tan solo para verte, y si me es posible, para hablarte... para invitarte a dar un paseo, a tomar algo. Mientras dejamos que ese feeling evidente que surgió en unos mensajes, se transforme en un apretaros los dedos entrelazados de nuestras manos. Y tal vez, amparados por la noche, después de salir de tu trabajo, y camino de algún bar para tomar una copa, pueda sentir cerca, muy cerca de mi rostro, el suave aroma del perfume de tu piel.
Una charla informal, un cruce de miradas, un fuego latente que se aviva a cada instante.
Unos dedos jugando nerviosos en el borde de un vaso 
Dos taburetes que se juntan aún más.
Mi mano que se se apoya, osada, sobre el muslo que recubre la fina tela de tu pantalón.
Tu mirada nerviosa, sorprendida, a la vez que complaciente.
Aceptas, no te mueves, aunque recelas.
Pero mi cara ya se acerca a la tuya, y justo a escasos milímetros de tu mejilla, mis labios se entreabren para pronunciar tu nombre.
Bajito, como un susurro apenas perceptible con el nivel de la música que suena en el local.
Pero tú me oyes, y te estremeces 

- Yolanda...