lunes, 1 de junio de 2015

Noche de Luna



Ella siempre tenia por costumbre, pasear al atardecer, por la colina, cuando los labradores regresaban a sus casas después de la ardua faena en el campo, cuando el olor a comida, salia a esas horas por las chimeneas de las casas del pueblo, cuando no había nadie.

Le gustaba subirse a lo mas alto de la loma, a esperar sentada la salida de la Luna y cuando esta aparecía en el negro manto, iniciaba su particular ritual nocturno. Poco a poco como de una extraña danza se tratara, se iba despojando de sus ropas, sin prisa alguna, sin testigos, hasta que se quedaba completamente desnuda tumbada en la hierba, fundiendo su liberado y oscuro cabello con el verdín plateado nocturno.


Se acariciaba dulcemente con sus dos manos, recorriéndose su parpados, su cuello, sus pechos, su vientre, sus muslos, hasta que llegaba a su sexo y con tres de sus finos y delicados dedos se daba placer a si
misma.

La tibieza de la noche, los sonidos enigmáticos, la soledad cómplice y la claridad de la Luna, hacían que su excitación aumentara y entre jadeos y tiernas convulsiones se abandonaba a la pasión.

Una noche en medio de su ritual nocturno solitario, la sobresalto un ruido entre la maleza y pensando que era un animal perdido, decidió indagar. Al retirar las ramas que cubrían el extraño sonido encontró a un caballero sentado que contemplaba atónito la desnudez de la dama que se erguía ante el.

El hombre cubierto por caros ropajes,era incapaz de articular palabra, bien por que había sido descubierto, bien por que la bella joven le había dejado sin ellas.

La dama tampoco hablo, solo sonreía tímidamente y le extendió su mano para que se levantara, gesto que el correspondió agradecido. Ya a la altura de ella, poso sus manos en la descubierta cintura nívea de la desconocida y la beso con ardor.

Los dos cuerpos rodaron sobre la hierba, confundiéndose con la noche.

El recorría con su lengua cada rincón oculto de su compañera de placer, lamiendo cada parte de su cuerpo, mordiendo con dulzura sus pechos, bañando con saliva su cueva. Ella le correspondió después imitando su juego, lamiendo cada trozo de piel, saboreando el placer de la verga erecta que ansiaba engullir, mientras sus uñas pálidas arañaban el torso de su desconocido caballero que gemía de placer. Con la sutileza de un felino se sentó a horcajadas encima de el y le cabalgo con la dulce furia de la Luna que les acompañaba, mientras las manos de su agradecida victima, jugaban con sus pechos y su cintura, acompasando los movimientos de su jinete.

Ni un solo momento ninguno de los dos desvió la mirada del otro, ojos de fuego, ojos de deseo imposibles de evitar. En la oculta noche un lobo aulló.

El caballero extasiado y perdido en el frenesí de la lujuria salvaje, reclino a la bella joven sobre la hierba desnuda como ella y sin dejar de mirarla y sonreirla, acerco la espada a los muslos de su joven amiga que entreabriendo sus piernas y muy dulcemente, sin desembainarla fue introduciendo el mango de acero en su sexo húmedo, excitado y rosado, sin dañarla en su cometido.


Con esta extraña forma de masturbación, la joven se dejaba hacer encantada las mil travesuras que ponía en practica su acompañante. Cada embestida del mango del arma era mas fuerte que la an
terior, cada jadeo era mas excitante que el anterior, cada beso que le daba su amante era mas pasional que el anterior, cada caricia proporcionada era mas placentera que la anterior. Sin poder aguantar mas, grito y mojando la mano de su compañero que aun sostenía el mango romo dentro de ella, se abandono al intenso orgasmo.

Después él tumbándose a su lado la contemplo extasiado, tanta belleza, tanto placer, tanta pasión, y tanta dulzura reunidas en una sola mujer era admirable.

 En esta postura abrazados y aun desnudos sobre la fresca hierba, les sorprendió el alba. Se hicieron una promesa antes de partir cada uno a su destino, se prometieron que cada primera noche de luna llena, ella subiría a la loma y empezaría su ritual y el como aquella noche, la estaría esperando entre la maleza.

La promesa se cumplió cada mes, cada año y con el paso de los tiempos en las comarcas vecinas, empezó a circular la leyenda de que dos ángeles amantes bajaban a la tierra y se entregaban a juegos eróticos, que avergonzaban a la misma Luna que siempre les acompañaba.
Marco P