domingo, 9 de febrero de 2020

En el parque 3



Y eso hice. Máxime cuando recibí el jaleo de su mano hurgando entre su cuerpo y el mío, buscando desesperada mi sexo para palparlo por encima de mi pantalón.

La presión de sus dedos encima de mi verga enervada por la sangre que invadía mis capilares sexuales me hizo enloquecer, y estirar mi cuello al máximo para alcanzar su boca.

Ella giró todo lo posible su cabeza y compartimos lametones, suspiros, jadeos y cruces de lenguas ardientes.

Los dedos de mi mano izquierda recabaron sobre su pezón erecto, presionándolo con ahínco, para arrancarle un gemido profundo, mezcla de dolor y placer, mientras sus compañeros de mi mano derecha estaban ya en lo más profundo de su sexo, masajeando sus adentros, en un desbordado vaivén. Empapándose con sus fluidos, para recorrer la superficie de su clítoris hinchado con la yema mojada de sus propios efluvios, y ponerlo aún más excitado.



Todo un espectáculo pasional que consiguió arrancarle un corto, pero intenso orgasmo.
El mío, el mío llegaría de vuelta al coche, cuando, mientras me dirigía de nuevo al lugar del encuentro, para dejarla junto a su vehículo, ella, con inusitada destreza, me bajó la cremallera para extraer mi sexo, y lo rodeó con sus dedos para someterlo a un desenfrenado vaivén

Y mientras me miraba con ese fuego que desprendían sus pupilas me advirtió con su voz dulce y envolvente:

-Avísame cuando vayas a correrte,  pero tú no dejes de conducir…

Apenas pude balbucear unas palabras cuando me sentí llegar, mientras me agarraba con fuerza al volante:

-Me voy, me acabo…

Justo a tiempo para que ese papel, cuidadosamente sostenido por sus dedos recibiera todo el fruto del volcán de mi cuerpo.

Cuando nos despedimos, con un corto beso, sus palabras a modo de pregunta regaron mis tímpanos con un chorro de miel:

-¿Volveremos a vernos?

-Claro- respondí –muy pronto, nos queda tanto por hacer..



La contemplé detenidamente mientras se dirigía hacia su coche y se metía en él.

La verdad es que era muy sensual andando, y me había gustado mucho, mucho…

Y creo, no, afirmo, que yo a ella también…



sábado, 25 de enero de 2020

En el parque 2




Nos dirigimos al coche de nuevo, paseando  por la avenida, sin poder tomarla ni de la cintura.
Pero sí que mi mano, traviesa busca la suya, y nos enlazamos los dedos por unos pasos, como dos cazadores furtivos.

Nadie debe vernos, hay riesgo.

Hasta que mi mano sí que entalla su cintura para atravesar la calzada, mirando a ambos lados y apretando el paso para que no nos pillen los coches que circulan. Es una buena ocasión para fruncirla del talle, fuerte, fuerte y transmitirle con ese apretón, mis ganas de ella.

De repente se aparece un motivo: una entrada de un parking público, situado justo debajo de la calzada. O lo que es lo mismo: un ascensor y unas escaleras.

-Un parking”- digo con voz monótona. Pero repito: ¡ ¡Un parkinggg!!” esta vez mucho más alegre.

Sin apenas tiempo que pensar, la cojo de la mano y nos dirigimos al ascensor, ella consiente, entre sorprendida y sonriente.

 Entramos; miro los mandos. -3 es la planta más baja, y en consecuencia, el recorrido más largo: pulso ese botón y la cabina se pone en marcha.

Apenas se sumerge en el asfalto me lanzo sobre ella, apoyándola contra la chapa de la pared; nos devoramos , literalmente, entre suspiros y gemidos ahogados por los besos, sus manos recorren las mías y las mías dibujan todo su cuerpo. Son apenas unos segundos, muy poco tiempo, pero en tan efímero espacio de nuestras vidas hay que ver lo que se puede llegar a sentir

Al detenerse en la última planta, bajamos, ahora sí cogidos fuertemente, amparados por la intimidad de una estancia fría y en semi penumbra.

Un ligero vistazo a ambos lados del hall. Una mirada a la planta desde la puerta de acceso. Nadie, apenas cuatro coches aparcados, un buen lugar.Allí mismo, mis manos fueron diestras en recorrer todo su cuerpo.


Me apoyé en la pared, y ella de espaldas a mí, se colocó encima. Su cabeza entre girada, mi boca mordiendo la comisura de sus labios. Sus nalgas sobre mi sexo, bailando, mi mano derecha, abriéndose camino por la cintura de sus jeans. Y ella apretando el estómago para dejar más acceso libre. Mientras mi mano izquierda se apoyaba en su cintura y subía pegada a su piel, arrugando su camiseta, en busca de su seno izquierdo.

Encontré el sujetador, hurgando debajo de él, para izarlo y adentrarme hasta su pecho;lo tenía, victorioso en la palma de mi mano, y lo palpaba con ahínco.

Al tiempo que mi mano derecha se encontraba ya encima de la fina tela del tanga;  ladeé la tela y mis dedos se estiraron para alcanzar el principio de la entrada a su sexo.

Ella se encorvó algo más para facilitarme la maniobra, mientras que de su boca brotaban aquellas palabras que suelen pronunciar siempre las mujeres cuando desean algo con todas las fuerzas de su mente y de su cuerpo:

-Estate quieto…pueden vernos

Palabras que en el lenguaje del deseo se transcriben como:

-Vamos, no pares, sigue…



jueves, 23 de enero de 2020

En el Parque 1


La vi de lejos, apoyada en su coche.

Y fue precisamente este, el que me certificó que era ella. Porque nunca antes la había visto. Conocía su forma de expresarse, mediante escritos, su voz, por teléfono. Pero no su cara ni su tipo.
Pero aquella matrícula, y el modelo de automóvil, se correspondían con lo pactado.

Era muy hermosa, estilizada, alta, y, aunque no veía sus ojos, escondidos detrás de unas amplias gafas de sol, me estaba mirando. Lo adiviné por la sonrisa que se dibujó en su rostro mientras mi coche se acercaba. Claro, ella también estaba certificando el color y la matrícula de mi vehículo. Y todo encajaba.

Me detuve a su lado y con agilidad presionó el cierre de la puerta, sentándose a mi lado.
Cuando sus gafas se levantaron hacia su frente y pude ver su mirada, ya no tuve ninguna duda: me gustaba 

Me gusta ella, y como me miraba, su chispa, su forma de hacerlo, me entraba hasta lo más profundo…
Y claro, me gustó aún más aquel beso. Profundo, suave, sin demasiada presión en el roce de labios. Pero largo, sostenido, diáfano, con ambos labios entreabiertos y con la respiración compartida. Llenándonos del aire ajeno, y sintiendo un escalofrío por todo el cuerpo.

Nos dirigimos a un parque cercano. Aparcamos el coche y empezamos un corto paseo. Uno al lado del otro, lanzándonos miradas turbias de vez en cuando, cada vez más llenas de deseo. Mientras nuestras bocas, ansiosas la una de la otra, se entretenían en hablar de cosas mundanas, de pequeños detalles para poder saber lo justo de cada cual. Alguna preferencia, el tiempo, comentarios sobre la primavera… las flores, el calor…

Un banco en un lado un poco discreto, bañado de rayos cálidos del sol que lucía.
Nos sentamos. Y se levanta las gafas y empezamos a mirarnos detenidamente, sin hablar, solo dejando que nuestra respiración se acelere. Sintiendo esa sensación de que el aire que exhalamos de nuestros adentros toma cuerpo y acaricia, recorre el cuerpo ajeno. Lo dibuja, entreteniéndose en cada curva, en cada pliegue.
Sin mediar palabra, solo dejando que sea el aire caliente que brota de nuestras bocas quien ponga la música y la acción a la escena.
Hasta que se adelanta ligeramente hacia mí, acercando su rostro. Y yo acerco el mío; de  nuevo el contacto de nuestras bocas. El baile de nuestros labios. Ella con un brazo apoyado en el respaldo del banco, hacia detrás de mi espalda. Yo con una mano apoyada en su pierna, por encima del jeans de pitillo, subiendo despacio, hacia sus ingles.

Ella que pone su mano sobre la mía, me detiene. Pero no quita su mano de encima de la mía y me acaricia; entre tanto   juego con sus dedos, presionándolos.

Seguimos conversando ahora; con frases entrecortadas, absurdas hasta en su contenido.
Las interrumpimos con algunos besos más. Cada vez más seguidos, más intensos, mezclados con miradas furtivas alrededor.

Una madre con una niña que sostiene un globo pasa cerca, un hombre sentado en otro banco levanta una “xibeca” y se zampa un trago largo, mientras el empleado de la limpieza de parques y jardines que, más que barrer, se apoya en la escoba y se mueve lentamente.

Y mi boca que pronuncia:

-Nos queda muy poco tiempo.., vamos



lunes, 20 de enero de 2020

Caperucita

Esta es una reedición del clásico cuento de Caperucita, al que le quitaré hasta el color. Para esta ocasión usaré el negro, tu color preferido.




Sabes que la adaptación tiene su sustento en la época en que vivimos, y en todo lo que sucede en este siglo XXI.Para ti, mi Caperucita.Porque tienes una suite en mi corazón.


Caperucita vestía de negro. Alta, con su pantaloncito corto, su camiseta y su ropa interior toda negra, subía en el ascensor hasta el segundo piso.

Estaba espléndida, como una chiquilla muy apetecible, exquisita. Su tez dorada por el sol de su tierra, el pelo aderezado con gomina, fijando un peinado de niña buena, y su purpurina escampada por su
rostro le daban un aspecto muy tentador.

Se detuvo frente a la puerta, mirando ese número: 213. Curioso, 2 como el lobo y ella, 13 dicen que el de la mala suerte, 1-3 se diferencian en dos, 2 que hacen 1 para ser 3.

Infinitos pensamientos, muchas posibilidades y acertijos. Todo con tal de no picar con los nudillos para que el lobo sepa que ya llegó.

Dentro, el lobo abrazado a esa prenda que tanto deseaba ver. La prenda que Caperucita, caprichosa y detallista le ha dejado antes de llegar con la cestita de la abuela.

Al fin se atreve, y pica suavemente.


Se abre la puerta y ahí aparece el lobo; Caperucita baja la mirada vergonzosa , cierra los ojos, pero siente la garra del lobo que la coge del brazo y con extremo cuidado la atrae hacia el interior de la estancia 

El lobo cierra la puerta, abraza a Caperucita, la estrecha contra sí,mientras la envuelve con un halo de susurros y palabras bonitas, cariñosas, dulces, que a ella le hacen estremecerse.

El lobo le coge la barbilla y le levanta el rostro. Le pide que abra los ojos que lo mire, que no es tan feo, que solo es un mortal.

Caperucita, siquiera por unos segundos, se atreve y todo su cuerpo vibra, tiembla, se emociona.

El lobo la besa suavemente, en la boca, con besos cortos, pero intensos, muy seguidos, mientras le sostiene la cabeza erguida por la barbilla. Le acaricia con los suyos los labios de esa Caperucita, que
empieza a suspirar.

El lobo sigue acunándola con sus palabras, con su voz baja y profunda, ganándose su confianza.

Se sienta en el borde de la cama y atrae a Caperucita hacia sí. Levanta su cara y la mira. Ella abriendo tímidamente los ojos le devuelve la mirada y le sonríe, un “no sé” tímido y bajito se escapa de su garganta.

Pero el lobo ya le ha desabrochado el cinturón y se enzarza en sacar del ojal aquel botón plateado. Lo consigue y baja con lentitud el
pantaloncito por aquellas largas y doradas piernas, firmes, tersas, bien moldeadas.

Caperucita empieza a jugar con sus dedos con los rizos cortos del lobo, mientras éste, besa todas su inglés, y aprieta con sus palmas abiertas sus nalgas descubiertas

El lobo tiene a la altura de su boca esa joya divina que Caperucita guarda entre sus piernas.

Con dos dedos aparta esa fina tela de blonda y empieza a rozar esos abultados labios, acariciándolos e introduciendo con suavidad un dedo en ese lago de húmedo deseo.

Al dedo le sigue la lengua.

 Caperucita separa las piernas, El lobo aprieta con sus manos las nalgas para acercarla más, y así poder entrar más adentro con su lengua.  

No hay abuela, están solos, en esta cita. 

Caperucita gime, y estira con fuerza del cabello del lobo, mientras también presiona su cabeza contra su cuerpo. 

Gime más.

 Echa la cabeza hacia atrás, mira al techo y exhala un profundo suspiro.

Caperucita se corre: el lobo bebe con pasión todo lo que Caperucita le entrega, ávido, deseoso, caliente y sumamente solícito, acariciándola, mimándola.

Caperucita, Caperucita, a ver a la abuelita no llegarás esta noche.
Esta noche tienes trabajo con tu lobo. 
Debes desinhibirte, seguir ese
camino emprendido, el lobo te necesita Caperucita. 

Te lamerá entera,
preámbulo de ese festín que os espera.

Ese comernos mutuamente, 
para acabar los dos unidos,
 al mismo instante, juntos, 
con las miradas cruzadas, 
y sumándose vuestros espasmos,
vuestras convulsiones de amor y entrega.

La Caperucita y el lobo, 
fueron muyyyy felices,
 porque no comieron
perdices, se comieron el uno al otro.

viernes, 26 de mayo de 2017

La llamada




De nuevo la pasión aflora por mis poros cuando escribo…

 Veo tus ojos fijos en mí, a través de esa foto, y mis dedos teclean palabras con afán de expresar mis sensaciones, mis deseos, mientras tú me respondes provocativa…

 Mientras te abres a mí, me pides, me dices, me excitas y me exiges lo que quieres sentir. Cada renglón y cada respuesta tuya, se transforman de inmediato en un grado más. Llegamos a arder… 

Te pido el teléfono. Porque necesito seguir escalando por el mar de lava. Con la escritura y la lectura no me basta. Aquello que dices estar haciendo, esos suspiros que escribes ahogan tu garganta, ese deseo inmenso… lo quiero oír. 

 Será mi complemento, tal vez la gota que colme el vaso. Y leo complacido esos 9 números formando un atractivo conjunto. Mis dedos pulsan temblorosos las teclas. 

 Solo dos llamadas y escucho tu voz. Mezcla de risa y deseo.

 Y empezamos de nuevo. Empiezo a preguntar: ¿qué llevas puesto, dónde estás? Y cada respuesta tuya, cada palabra, me enerva más aún. Te pido, te guío, te digo, te ordeno. Y me das, me sigues, me oyes, me obedeces. Tus gemidos así me lo confirman. Y juntos llegamos al fin. Es un camino recorrido al unísono, a cientos de kilómetros, pero a la vez. Juntos. 

 Casi siento tu lengua sobre mi sexo recogiendo el fruto de tu labor. Y muevo la mía agitada entre mis labios, como relamiendo esos efluvios que, solo hace unos instantes vertiste mientras afirmabas con tu entrecortada voz que así lo querías, que no parase. Risas, murmullos, coincidencias en el deseo mutuo, en las ganas de que no solo sea una mera conversación. 

 Complacencia en cuanto al fuego que nos invade, a la libertad de tener sexo. Veremos hacia dónde nos lleva esa pasión. Tal vez esta noche de nuevo... quizás muy pronto encima del capó de tu coche, o puede que en la misma estación donde vengas a recogerme… 

 El sueño se puede hacer realidad en la misma habitación dónde me aloje, cuando sienta unos nudillos picar sobre la puerta… O la culminación de todo ese deseo puede llevarnos hasta tu mismo lecho. En ese mismo lugar donde acabas de retorcerte con tu cuerpo semi desnudo, tus prendas arrancadas y tus manos empapadas de ti. 

 Todo es posible…

M.P.

viernes, 3 de junio de 2016

Ave Fenix


El placer se escondía en tus labios mientras mi deseo luchaba por salir de entre mis muslos y entre tus muslos apareció una mano temblorosa que solo quería asir con fuerza tu deseo, apreté suavemente y de tu boca salio un gemido que solo dijo: más...
El deseo de tus dedos se funde en la pasión de mi alma, mis gemidos son susurros en tus oídos y mi placer se quema en tu cama.
Arden las sábanas y solo sé sofocarla a besos.
A besos, piel con piel, deseos y tormento.
El primero en el cielo de tu espalda.
Baja lentamente y me estremece.
El segundo en el cuello.
Tus labios son ambrosía de colores.
El tercero,  se aproxima tanto a tu cuerpo que no me puedo separar.
Recorro tu columna y beso cada una de tus vértebras
Lentamente muy despacio…
Me inmolo al contacto de tu piel, de mi quedan cenizas que se esparcen por tus poros, entre las sábanas blancas ,mis gemidos te bañan.
Ahora sudadas, me pides un suspiro,  y te lo respiro. El ave fénix, renace y culmina en tus rodillas para alcanzar la cima, esa jugosa que me prometías
Acerco mis labios y susurro tan despacio, que tu respiración repite mis palabras y de mis labios salen versos para acompañar tus besos que rozan mi cuerpo, que se hacen ahora más fuertes, espaciados.
Suenan mis gemidos en la estancia, adornando el susurro del viento que lucha por entrar y acariciar nuestros cuerpos.
Ya no hay aire entre nosotros, 
solo el fuego incombustible del deseo...
el deseo de los cuerpo que deshacen en besos,
 gemidos y lamentos,
cómo un castillo abres las compuertas
un foso húmedo rodea todo y te miro.
Tus ojos brillan de deseo,
 me miras con la pasión de tu alma...
tus latidos se convierten en los míos y entro en vos, princesa...

Con la fuerza de un ciclón 
y la suavidad del deseo, 
me haces tuya y siento

Al oído te digo.... 
consumámonos para siempre, consumámonos…
Consumidos por el deseo nuestro sudor es sal en los cuerpos
 nos transformamos en mar, mar que une nuestros deseos.
Entre tempestades salvajes, de olas y fuego
tallamos una nueva especie que domine el mundo
La especie de nuestro deseo, 
y la pasión de nuestros cuerpos.
Ahora somos uno, ahora somos Amor...

Marco P.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Te voy a seducir



A acercarme a ti sigilosamente, por detrás, y a posar mis manos sobre tus ojos, para notar tus pestañas parpadear sobre mis dedos, mientras mi cuerpo se pega al tuyo, justo lo suficiente como para que me notes... y susurrarte al oído, con voz muy baja:

-"¿quién soy?"-

Tal vez no lo adivines, pero si hueles con fuerza, aprecies el aroma de mi perfume que me delate, y pronuncies mi nombre, mientras mis manos se abren y liberan tu vista.

Aunque tu cara no se gire y un leve suspiro se arranque de tu laringe mientras mis manos recorren el camino de tu cara hasta tu cintura, y mis labios se posen en la piel de tu cuello, para saborearla con mi lengua, para mojarte con mi saliva caliente y mi boca abierta, intentando apoderarme de ti, de tu cuello, de tu cuerpo, de tus deseos ocultos....

¿me dejas?.....

Esas manos en tu cintura, avanzando hasta tu vientre y separándose.

Una, para adentrarse en el hueco entre tu vientre y tu pantalón, al tiempo que te encoges, para dejar paso a mis dedos hacia el inicio de tu tanga, acariciando la piel suave de esa zona, y activando el frenesí de mi boca en tu cuello.

La otra, subiendo hacia el abrupto territorio de tus pechos. Ese valle profundo de tu tórax, coronado en su zona más norteña por dos picos que mi mano se apresura a amasar, consiguiendo alcanzar una de las más altas cúspides, con dos de mis dedos extendidos, fundiéndolo entre sus yemas, para provocarte un grito, mezcla de dolor y placer...

Mi cuerpo se adapta literalmente a tu forma trasera, y con el calor del contacto, mi sexo se enerva, rozándote con firmeza, mientras avanza hasta su máximo esplendor....
En estos momentos soy un volcán de pasión emergiendo lava de deseo hacia tí.
Me encantaría poder tenerte cerca para que esa lava se deslizase por tu cara... tu boca, tu cuello, mientras no quitas los ojos de mí, y mis manos, con las palmas abiertas, extienden sus dedos para enredarse entre tu cabello y agitar tu cabeza, aproximándola a mi cuerpo...
En este momento me apetece tu cuello, ponerme detrás de tí y ladear suavemente esa media melena hacia tu hombro y dejar al descubierto un camino de placer, entre tu cuello y la parte trasera de tu oreja.

Bajar de nuevo mis manos hasta tu cintura y cerrar un círculo alrededor de ella para atraerte hacia mí, hacia mi cuerpo. Pegarte a él.
E iniciar un lecho de humedad lasciva, de roce de labios, lengua y saliva, marcando ese surco de cuello a oreja.

Subir y bajar varias veces, intentar arrancarte un gemido, y acabar mordisqueando suave ese lóbulo de tu orejita, salvando el obstáculo de tu pendiente, que se entremete entre mi boca y tú.
Siente la dureza que le imprimes a mi sexo, y desliza una mano tuya hacia atrás
Pásala entre tu cuerpo y el mío, y agarra ese miembro erecto, acarícialo con tus dedos, baja mi cremallera y libéralo.

Que yo entretanto arrugaré tu falda con mis dedos, y la arrollaré en tu cintura.
Así podré rozar tu piel con mi sexo húmedo, y pedirte que gires la cara, para morderte en la comisura de tu boca, sacar mi lengua y lamerte los labios.
Mis manos entonces hurgaran en tu vientre, bajando hacia tu sexo, introduciéndose entre tu tanga y tu piel, buscando... percibiendo el calor de tu fuego interno, y apretando de nuevo tu cuerpo hacia atrás, para que me enfoques mi sexo entre tus piernas....

Dime qué quieres... vamos, dímelo entre agitados gemidos

Marco P.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Mi alimento


      Había deseo, pasión, morbo, fuerza, dominación... pero se mezcló con cariño, ternura, respeto, admiración, entereza, entrega, comprensión.

      Y toda esa mezcla se convirtió en el mejor cóctel compartido.

Una sensación difícil de describir.

      Lo intenté en este escrito, que hoy vuelvo a colgar.

      Porque es mi pequeño homenaje. Para tí.. pongamos...María que es un nombre común y así tod@s podéis imaginaros en esa circunstancia.

      Tú sabes tu nombre, el verdadero, como sabes el mío. Quizás tú sola sepas la verdad que consta en mi partida de nacimiento.

      La naturaleza es muy sabia y a veces ella misma es un fiel espejo donde podemos,( y tal vez
debemos) reflejarnos.

      Estamos en otoño. La estación en la que la naturaleza se libera de todo lo superfluo, de todo aquello que no va a precisar para su inmediata andadura.

      Los árboles sueltan sus hojas, que ya no van a precisar a lo largo de los inmediatos meses. Se quedarán con sus ramas recias desnudas, aguardando los primeros albores primaverales.

      Algunos animales efectúan su éxodo hacia tierras y climas más apropiados para sus necesidades.

      Y el campesino prepara y siembra la tierra para que los fríos cercanos no hielen aquello que mañana será su sustento.

      Y yo, labrador, me encuentro con tu tierra, labrada siempre por las mismas manos, que ahora se ofrece para mí. Y puedo, por esta vez, ser yo mismo quien clave mi arado en tus entrañas.

      La tierra blanca de fondo, tu cuerpo tendido sobre ella. A un lado, una pared roja se asemeja a la luz del sol que calienta con sus rayos la escena.

      Y el brillar de tus ojos, que chispean deseo y me piden que clave más hondo mi arado, para que la semilla se proteja.

      Y hundo mi estigma en ti, con todas mis fuerzas, buscando ese temblor que me indica que la tierra está abonada, receptiva, agradecida, y deliciosamente tierna.

      Es nuestra primera siembra, pero todo en ella respira pasión y entrega. Y el olor de la tierra removida nos envuelve, mientras mis manos acarician el surco, y plantan la semilla de mi cuerpo.

      El pescador acude a la mar para obtener su alimento .  Y yo, pescador, busco el sustento para el invierno en la mar.

      Y tú, mar azul y verde, me miras y acaricias mi orilla. Trémula,dulce, segura de ti, pero encantadoramente seductora.

      Y yo, pescador, meto la mano en tus cálidas aguas y agito mis dedos en ellas.

      Poco después, con mi barca chiquita, me sumerjo entre tus olas,a mar abierta. Y así te presentas, así te ofreces.  Y me acaricias, y me balanceas entre tu cuerpo, posesa de mí,segura de ti, dulce, trémula, y encantadoramente seductora.

      Y me hablas con el rumor de tus olas,
 y me balanceas, y me tienes.
      Y me das tus frutos en forma de besos. 
Besos que me saben a peces.
      Y me alimentas.
      Mientras que yo meto 
dentro de tus entrañas una y otra vez mi caña.
      La luna mueve tus mareas, te hace oscilar, vibras.
      Y me pides, juegas.


      Sumerjo mi cuerpo en ti, y me acaricias,
 me tienes, me cuidas, me deseas.
      Disfrutas sabiéndome en esos instantes tuyo, 
por encima de todas.
      La mar, mi mar, azul, verde. 
Me toma, me puede.
      Veo la mar en tu mirar.
      Y de nuevo me dejo llevar y termino en ti.

      Labrador, pescador… 
trabajo para tener sustento,
 cuando en verdad, seas quien seas,
 y te presentes como te presentes,
 tierra,
mar,
 ola, 
sol,
 fuego, 
eres tú quien me alimentas.
Marco P

lunes, 6 de julio de 2015

Ganas

Tengo ganas 
De llenarte y que me llenes de caricias  hasta que nuestras pieles nos sepan de memoria.
De que cumplas todos mis deseos y que escuches todos mis anhelos.
Quisiera llegar a ti, suavemente, dibujando sonrisas en tus labios, endulzando tus rasgos con mi ser. despertando en ti locuras y el más intenso placer .
Quisiera bañarte en pétalos de rosas, trasformados en mis manos y que con tu aroma llenes mis sentidos y me hagas sentir el  abismo.
Quiero vivir contigo una noche, una noche de placer y encanto, que conviertas mi presente en mi pasado.
Quiero que me tengas en tus brazos, y me hagas olvidar mi soledad, que termines mis sueños inconclusos y me los hagas una noche realidad.
Quiero que en tus manos en mi pecho palpen y sientan en todo este loco desenfreno el compás de mis latidos, empapados por la emoción de este loco sueño prohibido. 
Quiero que tu inquieta lengua delinee el contorno de estos labios deseosos y sedientos. 
Que sienta las ansias de las caricias que te daré al rozar tu boca con mi boca.
Quiero que tus dedos jueguen con mis cabellos , que me pintes ilusiones, sueños y como buena artesana moldees mi cuerpo con tu aliento. 
¿Sabes que quiero también?
Que me albergues en tu pecho, descansar sobre el
y despertar al alba cubierto de deseos , de embelesos 
Quiero rociar las mañanas de canciones y anhelos
que grabaremos y sellaremos con un beso cómplice
por propiciar este encuentro.
Marco P



miércoles, 1 de julio de 2015

Una sorpresa

Tú no lo sabes, pero yo, estoy ahí...
Hace apenas unos minutos que entré en la tienda, y me paseo entre los estantes mirando acá y allá.
Pero los ojos terminan dirigiéndome al mismo lugar, al mismo punto,
Donde tú estás.
Discreta, elegante, sencilla. Con tus pantalones y esa blusa que, seguramente, encima de otro cuerpo serían prendas que pasarían desapercibidas. Pero cubriendo tu piel, tienen otro estilo, otro aire.
Porque el hábito no hace al monje.
Y por mucho que disimules es evidente que irradias frescura, simpatía, belleza.
Belleza, sí. Porque la belleza no es tan sólo física, es mucho más que tu cuerpo 10.
Y tú tienes, además de ese cuerpo, una sonrisa y una mirada que te da un valor añadido.
Valor que me cautiva.
Y es por ese motivo que puedo dejarlo todo, tomar el tren y hacerme un montón de kilómetros tan solo para verte, y si me es posible, para hablarte... para invitarte a dar un paseo, a tomar algo. Mientras dejamos que ese feeling evidente que surgió en unos mensajes, se transforme en un apretaros los dedos entrelazados de nuestras manos. Y tal vez, amparados por la noche, después de salir de tu trabajo, y camino de algún bar para tomar una copa, pueda sentir cerca, muy cerca de mi rostro, el suave aroma del perfume de tu piel.
Una charla informal, un cruce de miradas, un fuego latente que se aviva a cada instante.
Unos dedos jugando nerviosos en el borde de un vaso 
Dos taburetes que se juntan aún más.
Mi mano que se se apoya, osada, sobre el muslo que recubre la fina tela de tu pantalón.
Tu mirada nerviosa, sorprendida, a la vez que complaciente.
Aceptas, no te mueves, aunque recelas.
Pero mi cara ya se acerca a la tuya, y justo a escasos milímetros de tu mejilla, mis labios se entreabren para pronunciar tu nombre.
Bajito, como un susurro apenas perceptible con el nivel de la música que suena en el local.
Pero tú me oyes, y te estremeces 

- Yolanda...