sábado, 25 de enero de 2020

En el parque 2




Nos dirigimos al coche de nuevo, paseando  por la avenida, sin poder tomarla ni de la cintura.
Pero sí que mi mano, traviesa busca la suya, y nos enlazamos los dedos por unos pasos, como dos cazadores furtivos.

Nadie debe vernos, hay riesgo.

Hasta que mi mano sí que entalla su cintura para atravesar la calzada, mirando a ambos lados y apretando el paso para que no nos pillen los coches que circulan. Es una buena ocasión para fruncirla del talle, fuerte, fuerte y transmitirle con ese apretón, mis ganas de ella.

De repente se aparece un motivo: una entrada de un parking público, situado justo debajo de la calzada. O lo que es lo mismo: un ascensor y unas escaleras.

-Un parking”- digo con voz monótona. Pero repito: ¡ ¡Un parkinggg!!” esta vez mucho más alegre.

Sin apenas tiempo que pensar, la cojo de la mano y nos dirigimos al ascensor, ella consiente, entre sorprendida y sonriente.

 Entramos; miro los mandos. -3 es la planta más baja, y en consecuencia, el recorrido más largo: pulso ese botón y la cabina se pone en marcha.

Apenas se sumerge en el asfalto me lanzo sobre ella, apoyándola contra la chapa de la pared; nos devoramos , literalmente, entre suspiros y gemidos ahogados por los besos, sus manos recorren las mías y las mías dibujan todo su cuerpo. Son apenas unos segundos, muy poco tiempo, pero en tan efímero espacio de nuestras vidas hay que ver lo que se puede llegar a sentir

Al detenerse en la última planta, bajamos, ahora sí cogidos fuertemente, amparados por la intimidad de una estancia fría y en semi penumbra.

Un ligero vistazo a ambos lados del hall. Una mirada a la planta desde la puerta de acceso. Nadie, apenas cuatro coches aparcados, un buen lugar.Allí mismo, mis manos fueron diestras en recorrer todo su cuerpo.


Me apoyé en la pared, y ella de espaldas a mí, se colocó encima. Su cabeza entre girada, mi boca mordiendo la comisura de sus labios. Sus nalgas sobre mi sexo, bailando, mi mano derecha, abriéndose camino por la cintura de sus jeans. Y ella apretando el estómago para dejar más acceso libre. Mientras mi mano izquierda se apoyaba en su cintura y subía pegada a su piel, arrugando su camiseta, en busca de su seno izquierdo.

Encontré el sujetador, hurgando debajo de él, para izarlo y adentrarme hasta su pecho;lo tenía, victorioso en la palma de mi mano, y lo palpaba con ahínco.

Al tiempo que mi mano derecha se encontraba ya encima de la fina tela del tanga;  ladeé la tela y mis dedos se estiraron para alcanzar el principio de la entrada a su sexo.

Ella se encorvó algo más para facilitarme la maniobra, mientras que de su boca brotaban aquellas palabras que suelen pronunciar siempre las mujeres cuando desean algo con todas las fuerzas de su mente y de su cuerpo:

-Estate quieto…pueden vernos

Palabras que en el lenguaje del deseo se transcriben como:

-Vamos, no pares, sigue…