lunes, 20 de enero de 2020

Caperucita

Esta es una reedición del clásico cuento de Caperucita, al que le quitaré hasta el color. Para esta ocasión usaré el negro, tu color preferido.




Sabes que la adaptación tiene su sustento en la época en que vivimos, y en todo lo que sucede en este siglo XXI.Para ti, mi Caperucita.Porque tienes una suite en mi corazón.


Caperucita vestía de negro. Alta, con su pantaloncito corto, su camiseta y su ropa interior toda negra, subía en el ascensor hasta el segundo piso.

Estaba espléndida, como una chiquilla muy apetecible, exquisita. Su tez dorada por el sol de su tierra, el pelo aderezado con gomina, fijando un peinado de niña buena, y su purpurina escampada por su
rostro le daban un aspecto muy tentador.

Se detuvo frente a la puerta, mirando ese número: 213. Curioso, 2 como el lobo y ella, 13 dicen que el de la mala suerte, 1-3 se diferencian en dos, 2 que hacen 1 para ser 3.

Infinitos pensamientos, muchas posibilidades y acertijos. Todo con tal de no picar con los nudillos para que el lobo sepa que ya llegó.

Dentro, el lobo abrazado a esa prenda que tanto deseaba ver. La prenda que Caperucita, caprichosa y detallista le ha dejado antes de llegar con la cestita de la abuela.

Al fin se atreve, y pica suavemente.


Se abre la puerta y ahí aparece el lobo; Caperucita baja la mirada vergonzosa , cierra los ojos, pero siente la garra del lobo que la coge del brazo y con extremo cuidado la atrae hacia el interior de la estancia 

El lobo cierra la puerta, abraza a Caperucita, la estrecha contra sí,mientras la envuelve con un halo de susurros y palabras bonitas, cariñosas, dulces, que a ella le hacen estremecerse.

El lobo le coge la barbilla y le levanta el rostro. Le pide que abra los ojos que lo mire, que no es tan feo, que solo es un mortal.

Caperucita, siquiera por unos segundos, se atreve y todo su cuerpo vibra, tiembla, se emociona.

El lobo la besa suavemente, en la boca, con besos cortos, pero intensos, muy seguidos, mientras le sostiene la cabeza erguida por la barbilla. Le acaricia con los suyos los labios de esa Caperucita, que
empieza a suspirar.

El lobo sigue acunándola con sus palabras, con su voz baja y profunda, ganándose su confianza.

Se sienta en el borde de la cama y atrae a Caperucita hacia sí. Levanta su cara y la mira. Ella abriendo tímidamente los ojos le devuelve la mirada y le sonríe, un “no sé” tímido y bajito se escapa de su garganta.

Pero el lobo ya le ha desabrochado el cinturón y se enzarza en sacar del ojal aquel botón plateado. Lo consigue y baja con lentitud el
pantaloncito por aquellas largas y doradas piernas, firmes, tersas, bien moldeadas.

Caperucita empieza a jugar con sus dedos con los rizos cortos del lobo, mientras éste, besa todas su inglés, y aprieta con sus palmas abiertas sus nalgas descubiertas

El lobo tiene a la altura de su boca esa joya divina que Caperucita guarda entre sus piernas.

Con dos dedos aparta esa fina tela de blonda y empieza a rozar esos abultados labios, acariciándolos e introduciendo con suavidad un dedo en ese lago de húmedo deseo.

Al dedo le sigue la lengua.

 Caperucita separa las piernas, El lobo aprieta con sus manos las nalgas para acercarla más, y así poder entrar más adentro con su lengua.  

No hay abuela, están solos, en esta cita. 

Caperucita gime, y estira con fuerza del cabello del lobo, mientras también presiona su cabeza contra su cuerpo. 

Gime más.

 Echa la cabeza hacia atrás, mira al techo y exhala un profundo suspiro.

Caperucita se corre: el lobo bebe con pasión todo lo que Caperucita le entrega, ávido, deseoso, caliente y sumamente solícito, acariciándola, mimándola.

Caperucita, Caperucita, a ver a la abuelita no llegarás esta noche.
Esta noche tienes trabajo con tu lobo. 
Debes desinhibirte, seguir ese
camino emprendido, el lobo te necesita Caperucita. 

Te lamerá entera,
preámbulo de ese festín que os espera.

Ese comernos mutuamente, 
para acabar los dos unidos,
 al mismo instante, juntos, 
con las miradas cruzadas, 
y sumándose vuestros espasmos,
vuestras convulsiones de amor y entrega.

La Caperucita y el lobo, 
fueron muyyyy felices,
 porque no comieron
perdices, se comieron el uno al otro.